En 1934, el día 4 de octubre, la CEDA entra en el gobierno con cuatro ministros, provocando una huelga general revolucionaria que tuvo su mayor expresión en Asturias.
Los obreros en 1933, con un peligro real de asalto al Estado republicano por parte del fascismo aprovechando una victoria electoral, como ocurrió en la Alemania nazi, en ningún momento pensaron en crear una organización antifascista, sino, una alianza obrera (UHP) que les permitiera hacer frente a ese peligro que se convertiría en realidad en 1939 tras la terrible Guerra Civil. Lo único que se podría parecerse en algo a una respuesta netamente antifascista fue el Frente Popular, pero éste, era una alianza de organizaciones que iban desde la pequeña burguesía a la extrema izquierda pasando por todas las fuerzas sindicales a excepción de CNT, que dio libertad a su afiliados para que acudieran a las urnas con la esperanza de vaciar las cárceles de presos políticos, como así fue, si vencía el Frente Popular.
Esa alianza fue posible porque existían partidos y sindicatos revolucionarios, capaces de parar los centros de trabajo y llenar las calles con miles de manifestantes. Lo prioritario entonces, en 1934, sí era enfrentarse al peligro del fascismo y todas las ideologías de la época, sabían perfectamente que sin los trabajadores no era posible parar al fascismo. Pero en ningún momento, los obreros perdieron de vista la revolución social. El Frente Popular, sí era un coalición contra el fascismo, cierto, pero además, en su programa había una reforma agrícola altamente progresista.
En la época actual, no hay peligro de asalto al poder por parte del fascismo. El fascismo es una forma de dominación de la burguesía, en la época actual de la oligarquía. Hoy, esta clase social, ostenta el poder político y económico en España sin ninguna oposición, no tiene por tanto, ninguna necesidad de acudir a Estados autoritarios para mantener ese poder que le ofrece grandes beneficios, tanto económicos como políticos, si es capaz de mantenerlo sin la oposición de los trabajadores y el pueblo llano. La Oligarquía, sólo acudirá al fascismo CLASICO, salvajemente represor y violento, si ven acosados y en peligro sus intereses, pero no es el caso en la España actual, donde, los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, únicos con verdaderas posibilidades de parar las fábricas y movilizar masivamente, son sindicatos de la patronal. Esta crisis que padecemos, con más de cinco millones de parados, es, desde la época de la transición, la que menos ha movilizado a los trabajadores. La de menos huelgas, la de menos manifestaciones en contra de la crisis y en la que los sindicatos mayoritarios, más han transigido para salvaguardar los intereses de la oligarquía. ¡Para qué el fascismo!.
Son muy otras las necesidades que los trabajadores tienen en el año 2009, setenta y cinco años después de la revolución de octubre, y ninguna de ellas es mantener una organización antifascista. Éstas necesidades están marcadas inexorablemente por la reconstrucción de un movimiento sindical reivindicativo, de un proyecto política republicano y unitario, del movimiento ciudadano, estudiantil, de la mujer... que luche por los intereses de los trabajadores y el pueblo, que pregone la justicia social y busque caminos para llegar a ella, los caminos que su mayores no supieron encontrar. Que la juventud más entusiasta, combativa y rebelde, se enrede en antifascismos, ocupaciones y otras zarandajas y abandone las tareas verdaderamente revolucionarias, hace que esa oligarquía, y sus lacayos, se froten las manos augurando que su impunidad va para largo.
Es cierto, que hay bandas de nazis en España, peligrosas y violentas, que dan la muerte con pocos miramientos a gente de izquierdas como en el caso de Carlos Palomino. Es cierto que hay que defenderse de esa gentuza, pero tener este objetivo como lo fundamental en la lucha es un error. Defenderse de "tu a tu" de esa violencia nazi, no debe ser el objetivo, de hecho, al movimiento antifascista, se le conoce más por su enfrentamiento con bandas nazis, que por la defensa de las reivindicaciones de los trabajadores y el pueblo.
La juventud antifascista, debe en primer lugar abrazar las aspiraciones de los trabajadores, de la mujer, de los ancianos, de los pensionistas. Abrazar, la defensa de la sanidad pública y de calidad, de la enseñanza... En ese escenario, las bandas fascistas, los nazis, verán enfrente a los trabajadores y al pueblo y su derrota así esta garantizada.
Idea Republicana
"La realidad del peligro fascista en España ha planteado seriamente el problema de unificar al proletariado revolucionario para una acción de alcance más amplio y radical que el meramente defensivo. Reducidas las salidas políticas posibles de la presente situación a los términos únicos y antitéticos de fascismo o revolución social, es lógico que la clase obrera ponga empeño en ganar esta partida (…).
Los trabajadores españoles coinciden hoy instintivamente en apreciar la necesidad de una alianza de clase que ponga fin al paqueo interproletario provocado por las tendencias y capacite al frente obrero para realizaciones de envergadura histórica.
Puede decirse que psicológicamente la alianza es ya un hecho (…). Esta disposición anímica de la clase obrera precisa una pronta y eficaz cristalización orgánica (…). Los trabajadores de las diversas tendencias se han dado cuenta de que la unión combativa de clase es hoy cuestión de vida o muerte para la causa del proletariado (…). La disyuntiva es clara: hay que ser yunque o martillo; o aplastamos implacablemente al fascismo, o éste nos aplastará sin contemplaciones de ningún género (…). Para vencer al enemigo que se está acumulando frente al proletariado, es indispensable el bloque granítico de las fuerzas obreras. La fracción que vuelva las espaldas a esta necesidad se quedará sola (…). Porque mil veces preferible a la derrota que el que el aislamiento nos depararía, inevitablemente, es una victoria proletaria parcial que, sin ser patrimonio exclusivo de ninguna de las tendencias, realice de momento las aspiraciones mínimas coincidentes de todos los elementos pactantes, aspiraciones mínimas que comienzan en la destrucción del capitalismo y la socialización de los medios de producción (…). Y no han faltado compañeros de significación en los medios confederales que con la mayor buena fe, sin duda, se han declarado adversarios de esa inteligencia obrera, e incluso han hecho patéticos llamamientos en defensa de los principios anarquistas que ellos erróneamente creen amenazados. Estos camaradas parece no haberse dado cuenta del profundo cambio que el panorama social de España ha experimentado en los dos meses últimos, cambio que puede resumirse en tres hechos: Primero, la invalidación total de la democracia y sus expedientes políticos; segundo, la radicalización reaccionaria de la burguesía española, hoy en marcha ostensible hacia el fascismo, y tercero, el desplazamiento teórico y práctico de la socialdemocracia que, abandonando su funesta política colaboracionista, se ha reintegrado a su posiciones de clase. Estos tres hechos, claramente visibles, han despejado el campo de la lucha de clase, creando una situación nueva y de peculiares exigencias tácticas (…). La unidad exige una base de sinceridad (…).
Conviene no olvidar que de la sinceridad de esta unión depende la seriedad de las conquistas y la posibilidad de que una revolución hecha por un bloque proletario en España sea apoyada por bloques análogos allende las fronteras (…). La unidad proletaria es hacedera en un noventa por ciento con que sólo la quieran la CNT y la UGT (…). El restablecimiento de la cordialidad, la franqueza y el respeto mutuo entre los distintos sectores del campo proletario, es el primer paso práctico hacia la alianza revolucionaria. Y este paso sólo puede darse prescindiendo todos de las belicosidades de bandería, sin ahogar, claro está, la expresión de la crítica objetiva (…). Si Largo Caballero quiere hacernos creer en la sinceridad de sus manifestaciones revolucionarias, a lo cual estamos bien dispuestos, es preciso que imponga una consecuencia decidida con ellas a los diputados socialistas. Conocemos muy bien los manejos de los Trifones, Besteiros y Saborits contra la unión obrera y la revolución (…).
Y la unidad revolucionaria se hará, no para encumbrar caciques ni hacer ministros pequeñoburgueses, sino para acabar con el tinglado capitalista y empezar la construcción de un mundo nuevo y libre (…). Hemos llegado al aspecto más delicado del problema. Lo primero que conviene dejar sentado es que ninguna de las bases doctrinales específicas de cada movimiento puede servir de plataforma a la unidad (…). Largo Caballero habla de la conquista íntegra del poder público; los comunistas quieren la implantación de la dictadura del proletariado y los anarcosindicalistas aspiran a instaurar el comunismo libertario (…). De estos tres puntos de vista hay que quitar todo lo que mutuamente tengan de refractario e incompatible. Sólo así se podrá hallar la necesaria línea de convergencia, de cuyo logro y mantenimiento depende el triunfo permanente y ascendente de una revolución proletaria (…) Puesto que en el fondo, y según reconocimiento explícito de sus principales teóricos, también los comunistas y socialistas aspiran, como última etapa de su desarrollo, a un régimen de convivencia sin clases ni Estado, una de las bases de la alianza deberá estipular el avance en este sentido hasta donde sea posible. Es decir, que con el nuevo orden social no han de crearse órganos coercitivos a la ligera y por el capricho de ajustarse al recetario artificioso de una tendencia, sino sólo los resortes estrictamente indispensables para el encauzamiento eficaz de la labor revolucionaria (…). El burocratismo y el bonapartismo, amenazas latentes de toda revolución, se evitan poniendo la revolución en manos del pueblo laborioso (…).
Lo que más importa es fijar desde ahora las líneas directrices de orden general que pueden servir de plataforma a la alianza (…). Primero. Acuerdo sobre un plan táctico inequívocamente revolucionario que, excluyendo en absoluto toda política de colaboración con el régimen burgués, tienda a derribar éste (…). Segundo. Aceptación de la democracia obrera revolucionaria, es decir, de la voluntad mayoritaria del proletariado, como común denominador y factor determinante del nuevo orden de cosas. Tercero. Socialización inmediata de los elementos de producción, transporte, conmutación, alojamiento y finanzas (…). Cuarto (…) mantenimiento del principio de unidad en la estructuración de la economía. Quinto. Todo órgano ejecutivo necesario para atender a otras actividades que las económicas estará controlado y será elegible y revocable por el pueblo. Estas bases son mucho más que una consigna. Representan un programa que recoge sintéticamente las realizaciones susceptibles de dar médula social a una revolución. Además de ser un cartel expresivo de las aspiraciones esenciales del movimiento obrero, constituyen un punto de coincidencia en lo fundamental para todas las tendencias. De cualquier manera, con estas o con otras bases, consideramos necesario establecer un acuerdo previo sobre los primeros pasos de la revolución (…) Porque si para derrotar a un régimen enemigo es indispensable la unión de las fuerzas proletarias, lo es mucho más para asegurar el fruto del triunfo revolucionario y vencer las dificultades que puedan acumularse en el periodo inicial (…)
Cuanto queda dicho escandalizará acaso a los aficionados a cabalgar sobre purismos teóricos. Quizá se nos tache de herejes por no pagar tributo a rigideces dogmáticas en boga. No nos importa (…). Hemos visto la realidad sin las gafas ahumadas de preocupaciones y convencionalismos doctrinales. Se trata de una revolución y no de una discusión doctoral sobre tal o cual principio. Los principios no deben ser mandamientos de la ley, sino fórmulas ágiles para captar y moldear la realidad".